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Foto del escritorOscar A. Benitez

¿Se pudo salir mejor?


Hace más de un año el mundo se paralizó completamente tal cual película postapocalíptica eran las imágenes que se compartían en la web. Ha sido uno de los momentos más complejos que han sucedido en los últimos años y quizás el más grande globalmente que muchas generaciones vivirán. Lo que parecía un punto de inflexión del alocado ritmo laboral y el voraz crecimiento del individualismo en todas sus facetas. Se terminó convirtiendo en un paréntesis silencioso, como si se tratase de un suspiro para seguir corriendo y volver a mover los engranajes de los sistemas que mueven a nuestras sociedades, sumergidas en el “Yo”. Dándole importancia solamente al aquí y al ahora. Ese espacio silencioso que pudo conectarnos con nosotros mismos y traernos un proceso de aprendizaje se esfumó como un video de Tiktok aparece frente a tu móvil. Efímero y corto fue ese momento el cual las energías positivas nos hacen levantarnos cada mañana y conectarnos a través de un computador con el mundo entero. En el aire se respiraba una oportunidad de cambio, una ventana que no se había visto abierta durante mucho tiempo, ahogados viendo hacia abajo nuestro móvil cada día. El esperar que todo pasara para retomar mi vida y mi “libertad”, mató la ilusión de esa revolución por volver a un antes nostálgico, emotivo y distorsionado por recuerdos de algo fantástico dibujados por el deseo de volver.


La nostalgia es la peor consejera. Manipula y distorsiona nuestros recuerdos agregándoles una capa de romanticismo poco analítico que nos puede llevar a lugares que ya no existen y seguramente jamás existieron. Sobre todo, luego del mar de emociones que vivimos durante el encierro. ¿Cómo recuerdas tu vida antes de ello? , el recordar tus clases, a tus profesores y a tus amigos desde este filtro es construir una imagen abstracta de una idea que nunca existió. Esta idea de querer retroceder el tiempo para “volver a lo presencial” está cargada de una dosis de nostalgia inyectada en nuestro ser más emocional y nos lleva a dinámicas educativas que olvidan todo lo aprendido durante el confinamiento y durante estos meses alejados del aula. ¿¡Volver a que!? , preguntarse críticamente este deseo de volver a entornos que no piensan en ti. Que te preparan para una prueba sistemática para medir indicadores globales y aun lugar donde te están aniquilando poco a poco esa rebeldía. Otra rueda que solo gira y que inertemente nos subimos “porque necesitamos educación”. Pero, nuestra conciencia más allá de los buenos momentos o malos que suceden en el aula debería estar orientada en nuestras experiencias de aprendizaje “¿Qué aprenderé hoy y que haré mañana?” y que esta no está relacionada con el lugar donde suceda esta acción. Aprender no debería estar ligado a un lugar, que romantizamos, más bien a un proceso que nos haga crecer cada día más. Aquí donde la nostalgia nos guía a recordar las risas y esos momentos mágicos. Para olvidar que no era el lugar mágico que creíamos. Podríamos volver y quizás sigamos sin aprender algo nuevo. Entonces, ¿Para qué volver? .



¿Por qué queremos olvidar lo mucho que aprendimos en esta pandemia?, ¿Aprendimos algo? , ¿extraños a nuestros amigos o lo que aprendemos en la escuela? .


Regresar a un lugar donde según nuestra memoria fuimos felices. En una búsqueda de esos instantes efímeros que nuestra mente trata insistentemente de unir todas las piezas. Dándole una diversidad de escenas y una mezcla de emociones que cada segundo que pasa se va unificando con ese deseo de volver a sentir algo que ya pasó. Cuando recordar puede convertirse en un inmenso traspiés en nuestros procesos educativos y en nuestra vida en general. ¿Qué sentido tiene regresar a un momento que ya no existe?, viendo hacia atrás. Mientras, el mundo no se detiene y no se detendrá por más que tu nostalgia no te deje verlo. Quedarnos varados nos hace olvidar lo mucho que hemos aprendido, lo mucho que hemos crecido, lo mal que la pasamos y que aún se vuelve difícil superarlo. La nostalgia está bien en nuestras carpetas de fotografías, en nuestras redes sociales o en pláticas alrededor del fuego con amigos, no dentro de procesos educativos. Atarnos a lo “tradicional” o “siempre se ha hecho así” es la peor expresión de arraigo nostálgico que un educador o estudiante puedan tener. Es una coraza de protección a la realidad. El mundo ya no es como era antes, ¡bien por ello! Hemos aprendido de nosotros, de la virtualidad, que el teletrabajo es una opción para algunos, que perdíamos el tiempo en actividades sin sentido. También han pasado cosas horribles que han pasado (siguen pasando) como Feminicidios, pérdidas de empleo, migraciones forzadas y masivas. Todo esto debe estar en nuestras aulas, en nuestros procesos. “Antes de la pandemia era mejor”, resulta en reforzar la coraza que nos hace olvidar que el mundo es cruel y que no es el mundo bonito que nuestra nostalgia nos pinta.



¿Qué perdemos al retroceder por esos momentos efímeros de felicidad? , se podría ejemplificar con una película de VHS y un Blu-ray 4k. Es como darle pausa a una película en un VHS y luego darle play en el tiempo del 4k. La comparas y puedes apreciar el arte del sonido y de la cinta, pero la definición de esa película en 4k, sonido envolvente, no te hará regresar a ese VHS más que por historia o por la anécdota. Perdemos todos los avances que nos han llevado a este tipo de tecnología, ¿Para qué seguir viendo películas en VHS cuando las podemos ver en 4k en cualquier medio?, debemos atesorar nuestros procesos como lecciones, como tesoros importantes, son parte de lo que somos y seremos. Pero, no deben regir nuestro caminar hacia el futuro. Ocultar la realidad o aplicarle un filtro romántico nos aleja de las transformaciones educativas necesarias que el mundo post pandemia requerirá. para primero, no volver jamás a esos procesos educativos obsoletos y anticuados. Segundo, a pensar críticamente lo necesario para una revolución educativa en base a las experiencias positivas y negativas del confinamiento. Y, por último, regresar a un sistema educativo que no funcionaba, procesos educativos que le importa poco el contexto del estudiante, una currícula que solo busca proteger un estatus quo y una escuela que es más cercana a una prisión que a un espacio de aprendizaje libre e innovador. ¡¿Quien en su sano juicio quiere regresar?! .


Yo no volveré, no puedo volver a una situación que no funcionaba para todos ¿volverías o te unirías al movimiento transformador educativo que se respira en el ambiente?





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