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Tengo miedo a evaluar en estas circunstancias especiales...

Actualizado: 15 ene 2021



Estamos en una situación atípica y casi que cerca de la ciencia ficción, la humanidad confinada a sus espacios de habitar, un virus ha puesto en jaque a al mundo y lo más importante, que a pesar de la película que estamos viviendo, muchas de las actividades cotidianas no han parado para bien o para mal, según sea el punto de vista del investigador, una de ellas es la Educación.


En la universidad siempre te preparan con “deben estar preparados para las crisis” y tanta razón en esa frase, muchos educadores en los años anteriores miraban de menos e incluso de mala manera a la “educación virtual” -”No funciona” - y más adjetivos que he escuchado demeritando una manera de educar, y que se está requiriendo usar hoy en medio de una crisis mundial. Estamos en un mundo que está caminando y transformándose, educar en el mundo virtual se ha vuelta una competencia vital.


Todo esto nos ha llevado a cambiar, adaptar, modificar, rediseñar, repensar, descartar, probar formatos para nuestras actividades académicas que teníamos planeadas de una manera u otra. Hemos tenido que resolver y muy rápido. Esto ha mostrado una serie de carencias en el sistema educativo, muchos problemas metodológicos, miedos, temores, equivocaciones, sobrecarga de actividades y un impacto muy duro en nuestros estudiantes.


En circunstancias tan especiales en el proceso de enseñanza-aprendizaje surgen muchas situaciones y elementos que como educadores no podemos “controlar", muchos menos prever. En El Salvador existe una brecha digital muy grande, y las crisis solo las agudizan y golpea a un sector de nuestros estudiantes que no poseen los recursos, ni las herramientas para poder seguir un proceso virtual.


¿Cómo lo solucionamos?

Una solución sería diseñar guías interactivas con actividades para un tiempo prolongado y hacerlas llegar a la vieja escuela, a través de correo o mensajería, muy al estilo The postman de Kevin Costner o con llamadas telefónicas, debemos utilizar la estructura comunitaria de nuestra sociedad, resolver creativamente es clave para poder llegar a la mayoría de nuestros estudiantes, porque debemos estar claros que no llegaremos al cien por ciento de ellos.



Un ejemplo, es mi hermana, es nutricionista y educadora en una universidad en Chalatenango, departamento del interior del país. Su situación refleja la realidad en nuestro país, muchos de sus alumnos no poseen conexión a internet o un celular “inteligente” y a pesar de hacerles guías para que pueden ir por ellas, surge una interrogante muy válida en este momento ¿Será lo correcto en una situación de alto peligro, exponer al estudiante a salir a buscar la guía? , luego surgen preguntas como ¿Cómo devolverá la actividad? ¿cómo medir su progresión? ¿Se logrará el objetivo definido del tema con la actividad?


Son problemas reales que cada día muchos viven sin tener una certera respuesta para ello. Además de otras diversas situaciones con las que debemos lidiar en esta situación.


Contexto, una realidad diferente.


La falta información del entorno de cada estudiante es una barrera que nos limita en el diseño de las actividades o simplemente no saber si tiene los materiales adecuados o los recursos complica nuestra tarea.


Es una preocupación que he tomado en cuenta en cada actividad que diseño, es crear en el aire castillos que no sabes cómo sostenerlos, puedes estar pensando en actividades muy buena pero que el estudiante no podrá realizar. No conocemos el ambiente que lo rodea, sí sabemos cómo se desarrollaría la actividad en el aula y poder utilizar esta información a nuestro favor. Aunque buena parte se diseña a ciegas y se vuelve vital la comunicación y feedback con el estudiante, para comprender mejor qué pasa del otro lado de la pantalla e ir adaptando mejor nuestras planificaciones. Hoy más que nunca la educación debe ser horizontal y formar equipo entre estudiantes y educadores para poder sacar esto adelante.


Además del entorno, que es un factor para tener en cuenta siempre. Hay un factor aún más importante y es la razón de ser de un educador, es el chico o la chica, sus sentimientos y emociones. Estos factores son cruciales para que todo este esfuerzo tenga sentido, pero estando en una situación donde la carga emocional del encierro es muy fuerte, la falta de comprender en el entorno donde está surge una interrogante…


¿Cómo puedo trabajar para garantizar un proceso de enseñanza-aprendizaje desligando al estudiante de sus sentimientos y emociones actuales? sin tener en cuenta problemas como la ansiedad, depresión, insomnio y saturar la mente con tanta actividad educativa.

En mi caso particular soy educador en el desarrollo de competencias creativas, tuve que adaptar y buscar actividades que ayudaran a despejar la mente y que el proceso de aprendizaje lo pasaran lo mejor posible, que no sintieran “estoy haciendo otra tarea”. El objetivo con estas actividades es más bien que la actividad les permitiera aislarse del contexto y se olvidaran de todo, aprendiendo y siendo creativos. Hemos tenido reuniones donde el feedback de la actividad dura no más de 15 minutos, son cortas, directas y con ejemplos divertidos como películas o series que ellos mismos me han dicho que les gustan (me han dejado mucha tarea que ver), el resto de las horas es para hacer actividades como jugar, realizamos un torneo de Pictionary, hablamos sobre algún tema en particular, acompañándolos en el proceso actual de confinamiento.


Estas reuniones me han permitido conocer lo que piensan, saber cómo se sienten y poder ir mejorando el diseño de cada actividad e innovar en cada semana, con las limitaciones planteadas. Las planificaciones en esta situación realmente son una guía, pero no puedes alejarte de la realidad que están viviendo por cumplir una serie de competencias o contenidos, sería insensato, irresponsable y un esfuerzo sin sentido. Es más importante su estado de ánimo que cumplir un programa, garantizar el primero ayudará a que el segundo llegue, no al completo, pero podemos cubrir los contenidos más importantes. Adaptarse y priorizar es una de las consignas que debemos tener en mente en estos momentos.


Una de las tareas que se me dificulto al inicio de todo este proceso fue la evaluación, y progresión de cada educando. Soy un educador que basa el seguimiento desde dos elementos vitales, el feedback directo, preguntando, hablando con el estudiante mientras desarrolla las actividades, y el segundo es la observación, esta última era mi pilar para la evaluación de cada actividad, más allá de los resultados el proceso ayuda a comprender mejor “la intención creativa del estudiante” y poder ayudarlo mejor. Quizás de todo el proceso es lo que más miedo y preocupación ha causado en mí, por eso estoy cada sesión semanal buscando la alternativa para poder tener una retroalimentación personal de la actividad.


Todo lo anterior suma a mi gran miedo de evaluar las actividades que estoy diseñando, no me mal interpreten como falta de confianza en mis estudiantes, al contrario, confío en sus capacidades y sé que puedo ayudarles a dar aún más. Pero, tengo semanas preguntándome:


¿Qué sentido tiene evaluar una actividad cuando quizás no es prioridad en su vida o en el momento que vivimos?


Creo que podemos estar de acuerdo que no es prioridad, pero es muy importante seguir luchando y mantener los ánimos a tope, dando lo mejor de nosotros sin tener una respuesta a la situación, pero pensar positivamente que llegaremos juntos a ella. Es importante que esta situación nos mantenga alerta para seguir preparándonos para aportar desde nuestra posición de la mejor manera en crisis.


Debemos sacar lo mejor de esta situación, valorar el esfuerzo de muchos que se han preparado formalmente y que están liderando desde sus áreas y aprovechar para crecer como personas y profesionalmente. Más allá de una evaluación, es seguir motivando a nuestros estudiantes a ser mejores, y que, a pesar de todo, sonreír.


Es momento de educar para la vida y no para superar contenidos.



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